sábado, 22 de septiembre de 2007

Puta nostalgia



Cuando vas al cine estás dispuesto a que te cuenten un cuento. Quieres creértelo, vivirlo, y te dejas engañar fascinado. Como Pilar, que se engañaba a sí misma enviándose flores de un admirador secreto; Zulema, maltratada por un tipo que le prometía ser legal en un país que no era el suyo; O Cayetana, que anhelaba aquel día perfecto en el que alguien la pasaría a recoger de un trabajo que no tenía. Así son las musas de León de Aranoa, personajes entrañables que tocarán eso que tienes más allá de la piel para hacerte vibrar.
Princesas es una película por la que vale la pena dejarse engañar. Si vas a verla, corres el peligro de convertirte en una puta salvadora, de corazón tan blando como el de una niña. Aquella que siente nostalgia por el recuerdo de algo maravilloso que nunca vivió. La que ahorra cada centavo para ponerse un par de tetas o para comprarle el regalo soñado a su hijo. Estarás ahí mismo, en la calle sufrida, cansada, subiendo pa bajo, bajando pa arriba. Forzando la máquina de noche y de día. Creyéndote princesa por una noche, sintiendo el miedo clavado en la garganta antes de una paliza, follándote a un tío para invitarlo a la más terrorífica antesala de muerte. Cayetana dice que existimos porque alguien piensa en nosotros. Pues sí, existirás ahí, en la butaca del cine, porque una historia te hará sentir. Y que mejor compañía para aquel derroche de emociones que Manu Chao. Soberbio acompañamiento de guitarra, de voz de cantina ahogada en melancolía:

Me llaman calle, calle baldosa, la revoltosa, bala perdida.
Me llaman calle, calle de noche, calle de día.
No me rebajo ni por la vida.
Me llaman calle, la sin futuro, la sin salida.
Me llaman calle, calle más calle, la de las mujeres de la vida.